Los lazos que nos unen a María Antonieta
En días pasados me invitaron a hacer un trabajo de reflexión en torno a la figura de María Antonieta a partir de la película “Marie Antoinette” de Sofía Coppola desde una perspectiva psicológica, para el cineclub de Edgardo Reséndiz. Así, presenté y aquí comparto algunos aspectos que dan más luz para entender a este personaje tan incomprendido, al menos en el momento en que le tocó vivir. Y que además, presenta tantas similitudes con nuestra actualidad y tantos otros personajes, a quienes también quisiéramos entender mejor.
La información biográfica que brindo parte de diferentes fuentes, principalmente del libro “Querida María Antonieta” de Jean Chalon, periodista y escritor que se apegó a las correspondencia y diarios tanto de ella como de múltiples personas allegadas al círculo íntimo de la corte o que fueron testigos de diversos momentos de la historia. Las citas de este trabajo provienen de este libro.
Para empezar, hay que entender la cuna de María Antonieta. Fue hija de María Teresa de Austria, madre dura y controladora, pero demasiado ocupada en sus deberes políticos para interesarse en conocer a sus hijos. Sólo supervisaba sus progresos en términos estratégicos, ejerciendo una fuerte presión. La dureza puede provocar en los hijos: uno, volverse sumisos a los deseos de la diosa-madre; dos, rebelarse o tres, una combinación de ambas. En el caso de ésta, su quinceaba y penúltima hija, internalizará el conflicto entre ambas siendo la rebeldía la principal ganadora.
Así, creció siendo una princesa que sabía esquivar muy bien sus fatigosos deberes. Entre sus hermanas era la que mejor practicaba el “arte de agradar, esencial para vivir y aún para sobrevivir en la corte de Versalles”. Igual que su padre Francisco de Lorena, de quien era la consentida, se mantenía “apartada de las cosas serias y sólo se ocupaba de música, bailes, fiestas y paseos a caballo”.
Desde pequeña también adoraba burlarse de la gente, lo cual siguió haciendo con funestas consecuencias. Era perezosa para los estudios, al grado que, para que aprendiera francés, lo cual parecía tarea imposible, buscaron a dos comediantes franceses, a ver si así podían captar su atención y obviamente no lograron el cometido de preparar adecuadamente a la futura reina de Francia. Finalmente, mandaron traer a Vermond, doctor de la Sorbona, y digamos que pasó con 7.
En lo que sí estaba muy interesada, era en su imagen. Adopta encantada la moda de vestidos y peinados franceses, le arreglan los dientes y le disimulan con peinados su frente abombada. Aprende de su madre, María Teresa, a recibir príncipes y embajadores. ¡Estaba lista para impresionar!
Estos comentarios de los primeros años de María Antonieta, pueden hacernos eco en ciertos niños y jóvenes de las clases privilegiadas, nuestros “lords” y “ladies” actuales, que se creen, como María Antonieta, merecedores por gracia divina de la vida que tienen. Objeto de halagos, obedecidos por sus nanas e incluso por sus padres, rodeados de comodidades, buscando ser el centro de atención con la ayuda de múltiples canales de redes sociales: instagram, snapshot, facebook, twitter… que se convierten en escaparates de una realidad retocada y exagerada con fines de deslumbrar y esconder un gran vacío e inseguridad. Todo esto causa y efecto de personalidades narcisistas.
Y seguimos con María Antonieta… Al llegar a Versalles, esta niña de 15 años es casada con Luis Augusto, de 16. De personalidad histriónica, acostumbrada a estar constantemente entretenida y teniendo un esposo tímido, falto de carácter y nada interesado en el sexo, se aburre terriblemente. Se burla de las reglas del protocolo real francés, y se hace acompañar por un séquito de mujeres y hombres que la conquistan y a quienes obtiene todo tipo de privilegios, principalmente económicos, por ser su compañía y cómplices de sus andanzas.
María Antonieta empieza a jugar y apostar incluso en carreras de caballos, ¡un escándalo para su madre! El Rey la deja ser. Él fue sucumbiendo a sus encantos y no es capaz de ver los efectos que podrían tener estos actos, pues lo único que importa es la felicidad de su Reina.
Cabe mencionar que ella actuaba como han actuado la mayor parte de los monarcas de la historia. Se les brindaba un poder absoluto y podían seguir o no las recomendaciones de sus consejeros. Era su prerrogativa. Sin embargo, la ausencia de límites, acompañada de un Rey débil y su propio desinterés en el gobierno, la indiferencia hacia la situación de Francia y las necesidades de los franceses, fueron su mayor pecado.
¿Les suena esto conocido? ¿Cuántas familias y amigos de nuestros gobernantes vemos que se comportan como rockstars? Sus conductas no tienen consecuencias pues son rápidamente resueltas con actos de corrupción; viajan, viven de fiesta, tienen los mejores lugares en restaurantes, espectáculos, incluso en las visitas del Papa y el pueblo mientras tanto, observa estos actos con rabia e impotencia.
Por otra parte, todos quieren un pedacito de este mundo, por lo que quienes tienen acceso a las decisiones de gobierno, se ven rodeados de adulaciones y se les nubla la visión de la realidad del resto del país. Gastan y disfrutan sin pensar realmente de dónde viene el dinero. Esto alimenta la suficiencia y la negación de que algún día pueda terminar. Se pierde la noción de la finitud y del peligro en el que están poniendo al sistema.
Esto no sólo ocurre en el mundo de la política, sino en el de algunos miembros de las clases altas quienes, como mencioné anteriormente, por vivir también en un mundo de frivolidades y superficialidades, dejan a sus hijos hacer y deshacer y delegan su educación no sólo a los colegios a los que asisten, sino a todo un grupo de choferes, nanas, maestros de una infinidad de clases extracurriculares con quienes pueden ejercer a su vez el poder que les da el tener dinero.
Lo anterior puede generar más coraje en estos grupos de segunda o tercera clase quienes se quejan entre ellos de los abusos a que son sometidos por estos juniors y en sus mentes, a su vez, justifican el mentir, robar, hacer el menor esfuerzo por el máximo beneficio, pues se sienten en una situación injusta… Esto aleja a ambos grupos y así se crea un círculo que va minando el sistema y es alimento fértil de revoluciones.
Y bueno, María Antonieta era una mujer buena, buscaba hacer obras de caridad. Incluso una Navidad pidió a sus hijos que regalaran de sus propios juguetes a los necesitados, como una manera de hacerles ver que había gente menos favorecida que ellos. Sin embargo, a la vez que daba monedas a los pobres, gastaba fortunas en fiestas, vestidos que no repetía, peinados elaborados y dulces de la más fina repostería. También esto podría sonar conocido al ver las obras de caridad que tantas familias privilegiadas realizan únicamente en la época navideña justo antes de ir a vacacionar a lugares que nunca conocerán quienes fueron objeto de su beneficencia, regalos producto de una limpieza de closets y de conciencias.
La envidia sigue y el deseo de hacer pagar a alguien, quien sea, continúa.
Para comprender mejor este fenómeno social resulta interesante observar que las personas tendemos a hacer que nuestras percepciones tengan sentido, y cuando algo falta, lo complementamos para cerrar la Gestalt, es decir, darle forma en nuestra mente. Esto lo vemos en el caso de María Antonieta cuando una frase, un gesto, una anécdota, se iba pasando de voz en voz y completando con la fantasía para que hiciera de la historia un todo coherente.
Así se fue formando más que la historia, la leyenda de María Antonieta, que de estar en la cúspide de la fama y los honores de sus súbditos, pasó a caer en la peor desgracia, como depositaria de todos los odios y resentimientos de los mismos que antes la amaran. Existe en estas posiciones de poder una dicotomía: o se es un santo al que se perdonan y olvidan todos los errores, o un diablo de quien no se ve nada bueno y en donde cualquier cosa que se diga o haga se tomará a mal por completo. Ya hemos tenido casos de héroes de campaña que terminan siendo perseguidos una vez terminado el mandato.
Y en términos generales no es la persona, sino lo que representa. Se requiere un mínimo gesto para modificar esta idea y que tome el rumbo al que el colectivo la lleve. Tanto lo positivo como lo negativo se contagia en segundos, más cuando este grupo vive incertidumbre de su presente y su futuro.
La percepción de falta de liderazgo, fue lo que llevó a la gente a creer cualquier mentira de la Reina que pasó de ser la querida María Antonieta, a la perra austriaca, y así este grupo de gente sin nada que perder, comenzó a seguir a cualquier líder espontáneo que se parara en la plaza a azuzar a la gente.
Me llamó la atención la frase de Chalon “Algunas frases, más cuando nunca han sido pronunciadas tienen una vida prolongada”. Esto aplica a gran parte de lo que dio fama a María Antonieta y aquí cito la tan repetida frase “Si no tienen pan, que coman pastel”, la cual jamás fue pronunciada por ella y que más bien se adjudica a Doña Victoria, una tía de Luis XVI.
Y así, no sólo fueron inventadas frases sino, a partir de ciertos actos se crearon muchísimas historias adornadas con la imaginación de quienes las iban transmitiendo. Ejemplos de esto son el verla frecuentemente asistir a la ópera o a fiestas sin el Rey, ya que éste invariablemente se iba a dormir a las once. Incluso hay una anécdota de un momento en que la Reina ansiosa por salir de Versalles a una fiesta, con la complicidad de su cuñado, el conde de Artois, hizo adelantar el reloj una hora para que el Rey se fuera a dormir antes. Este egoísmo minaba la reputación del Luis XVI y generaba mucho de qué hablar, incluido el rumor de que el conde de Artois y María Antonieta eran amantes.
También están los favores a la Condesa de Polignac y su familia; la relación platónica o no con el conde Axel de Fersen; el pequeño Trianón, casa de recreo de la Reina, donde sólo tenía acceso un íntimo grupo de María Antonieta y que generaba todo tipo especulaciones dando pie a historias de amantes hombres y mujeres y excesos fuera de todo límite, “crímenes ‘desconocidos en el infierno’” reales solo en las mentes de quienes necesitaban una justificación para terminar con la monarquía.… todo lo que echaba más leña al fuego.
Dijo con razón María Antonieta “Recordad que no se empleará un grano de veneno contra mi… se cuenta con la calumnia que es mucho mejor para matar a la gente y por medio de ella me harán perecer”. Basta abrir un periódico o cualquier red social para comprender el daño que un rumor mal intencionado hace a cualquier persona. La diferencia es que a mediados de 1700 las noticias viajaban a pie o máximo a caballo y ahora en segundos podemos ver por los suelos la reputación de quien se creía íntegro unos minutos antes, sea o no verdad lo publicado.
Lo más impactante de esta historia es la saña con la que se atacó a María Antonieta. Fue el blanco de toda la furia contenida en la sociedad francesa. Aún y que los cargos que se imputaron estaban exagerados y la mayor parte eran mentiras, se necesitaba un chivo expiatorio y qué mejor que una monarca extranjera. Otra vez podemos citar tantos casos de juicios que tienen una base de verdad pero son exagerados hasta el ridículo para que alguien pague por todo un sistema disfuncional, por decir lo menos.
Como diría María Antonieta “sólo es nuevo lo que se ha olvidado” y parece que como humanidad tenemos una memoria muy corta pues la historia, con sus mismos errores, se repite de una época a otra y de un rincón del planeta a otro.
¿Quién no pensaría que nuestros actuales gobernantes tendrían más inteligencia a la hora de manejar las finanzas del Estado y la administración de sus recursos por el bien de toda la población y no solo para el beneficio de unos cuantos? ¿Quién no pensaría que aprenderíamos a ver con claridad los signos de una sociedad harta y haríamos cambios? ¿Quién no pensaría que una historia como la vivida en Francia nos serviría de lección..?
Imagen de Benjamin Lacombe