¿Eres un ingeniero de las relaciones de tus hijos?

 en Revista BCM
¿Te gusta este artículo? Compártelo:

Es indudable que, como padres, queremos lo mejor para nuestros hijos y esto incluye el grupo de amigos con quienes conviven y se desenvuelven.  Sin embargo, existen prácticas que más que ayudar, causan muchos problemas tanto a nivel personal como hacia los demás.  A esto nos referimos al hablar de ingeniería social.

 

La ingeniería social, en términos generales, constituye una práctica que busca modificar la vida y las relaciones sociales en una colectividad.  En el caso de los padres, vemos esta conducta cuando más que influir construyen los grupos de amigos de sus hijos, sin tomar en cuenta sus gustos o afinidades, sino por el poder—económico, social, incluso político— que puedan dar esas amistades, tanto al hijo como a ellos mismos.  Aunado a esto, se busca modificar el ambiente para favorecer el que sean exitosos y populares y tengan el menor número de dificultades en sus relaciones.

 

Aunque por lo general ocurre de manera disfrazada –“porque quiero lo mejor para ti”—el influir pasando por alto las necesidades, la personalidad y preferencias de un hijo, es una forma de violencia que afecta la autoestima y produce resentimiento e inseguridad. Lleva el mensaje velado de no confiar en las decisiones de nuestros hijos y querer allanarles el camino porque no tienen las cualidades para salir adelante por ellos mismos.

 

Desde preescolar, existen muchos papás obsesionados con que sus hijos sean populares, lo cual implica un sobreinvolucramiento en las decisiones desde cómo vestirse, qué tipo de fiestas hacer o acudir, qué clases extracurriculares atender, todo en función del camino que, socialmente, está escrito.  El problema es que todas estas opciones van en función de un grupo enorme, que sin saberlo sirve a intereses económicos de otros, y no en función de la individualidad de la personita que está siendo formada y tristemente afectada.

 

Esta conducta siempre ha existido, pero ha sufrido modificaciones gracias al impacto de las redes sociales, que potencian la popularidad a la velocidad de la luz o terminan con la buena reputación con la misma rapidez.  Este factor ha vuelto mucho más complejo el decidir a qué grupo social se pertenece, pues a partir de ahí se teje toda una red que se cree tendrá un impacto en el éxito o fracaso futuros.

 

A una edad muy temprana también los niños tienen acceso a internet por medio de “tablets” o celulares, donde forman grupos sociales en “chats” con un nombre que define al grupo y donde, en ocasiones, se vuelve muy complicado el formar parte o no, a quién meten, a quién sacan, quién toma las decisiones, etc.  Esto se agudiza particularmente en el caso de las niñas, quienes por este medio ejercen desgastantes luchas de poder.  Aún más delicados son los problemas, cuando las mamás están detrás de estas decisiones.

 

He tenido niños en mi consulta con niveles de ansiedad extremos, que se sienten presionados por el nivel de competencia que reina en sus salones de clase y en los patios de la escuela.  Incluso me han descrito la intrincada estratificación social de sus generaciones, donde los populares son, por ejemplo, quienes están en los equipos representativos deportivos y los demás automáticamente pasan a otra categoría de inferior nivel.  Hace poco supe de un papá que pagaba una mensualidad al coach del colegio, con tal de que metiera más tiempo a jugar a su hijo –quien no tenía mucha habilidad para el soccer—en todos los partidos, el cual, aparte de la deshonestidad, es un ejemplo más de la presión por construir oportunidades a toda costa.

 

De muchas maneras más, un gran número de papás están asegurándose que sus hijos estén dentro y no fuera.  Que se esfuercen por cumplir los requisitos en función del desempeño deportivo, belleza física, dinero y otros elementos que los vuelvan populares.

 

Estamos sirviendo a una cultura que valora cada vez más la imagen, que busca producir más y más rápido, que busca que gastemos más, que nos tiene distraídos con una lluvia constante de información superficial y con poco fondo.  Por eso, actuamos dentro de esta vorágine y no nos detenemos a buscar en nuestro interior y después a conocer a profundidad a nuestros hijos.  Comparto algunos elementos de reflexión:

 

  • ¿Cómo es mi hijo?
  • ¿Lo acepto y celebro tal cual es?
  • ¿Respeto su timidez u otras características que no son tan populares?
  • ¿Respeto la decisión de escoger a sus amigos?
  • ¿Lo acompaño en su caminar más que dirigir su vida?
  • ¿Qué conductas modelo con mis propias amistades?
  • ¿Qué valores comparto respecto a la amistad?
  • ¿Fomento el que forme y pertenezca a un grupo particular?
  • ¿Pertenece a un “grupito” de amigos? ¿cómo se siente siendo parte? ¿qué rol juega?

 

Con base a lo anterior, propongo algunas recomendaciones para promover una vida social más sana:

 

  • Retrasemos su incursión a los “grupitos” lo más posible.En la medida en que pertenezcan a una comunidad más grande se verán más enriquecidos y podrán ir formando su propia identidad social.
  • No coloquemos nuestras propias ansiedades en sus vidas.Nuestras experiencias pasadas ocurrieron dentro de otro contexto y somos personas diferentes.  ¡Dejemos que nos sorprendan!
  • Permitamos que ellos naveguen libremente por su vida social y estemos para apoyarlos cuando necesiten. No nos toca evitarles todas las experiencias desafortunadas. Necesitan vivirlas y aprender de ellas.
  • Dejemos que se ganen su lugar en el mundo.Moviendo relaciones y acomodando oportunidades para que destaquen sin haberse esforzado o entren a ciertos grupos sin tener los méritos, estaremos garantizando una vida vacía y con posibilidades aumentadas de tener fracasos.

 

Seamos ingenieros de nuestras propias vidas y dejemos a nuestros hijos vivir las suyas.  Actuemos con presencia constante y gran prudencia mientras los acompañamos por su caminar.  Tengamos paciencia y veámoslos florecer a su propio ritmo mientras se abren en el mundo de las relaciones sociales. Las recompensas llegarán si honramos sus vidas y confiamos en ellos.

 

Publicado en la revista BCM No. 87 Junio/Julio 2018.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


¿Te gusta este artículo? Compártelo:
Artículos recomendados
Showing 1 comments
  • Jose Carlos Muñoz
    Responder

    Felicidades!! Excelente artículo, describe exactamente lo que padecemos en la sociedad regiomontana. Muy buenas las recomendaciones para saber como apoyar a nuestros hijos.

Deja un comentario