Calladita no te ves más bonita
Gracias a la valentía de muchas mujeres, a través de las redes sociales se ha puesto sobre la mesa un tema que afecta a miles de mujeres alrededor del mundo: la violencia de género. En ocasiones, únicamente en la seguridad de un consultorio psicológico, relatan historias terribles de sus relaciones de pareja, que les generan miedos y ansiedades que no sospechan quienes viven a su alrededor. Lo viven solas, por el miedo a no ser creídas, a ser rechazadas, señaladas, a perder a sus hijos, a no contar con recursos económicos por haber sacrificado su desarrollo profesional al mantener el hogar e impulsar a sus parejas. Mujeres tristes, apagadas, frustradas, enojadas, en silencio. Subiendo a redes sociales y mostrando hacia fuera una visión de vidas maravillosas y perfectas, cuando por dentro están viviendo un infierno. Mujeres que muchas veces se refugian en la religión o en una moralidad mal entendida, donde es “bueno” quien aguanta y sacrifica. Mujeres que evitan conflictos creyendo que se mantiene la “paz” aunque sea una paz tensa, sostenida por alfileres.
Eventos tan desgarradores como la muerte de Abril Pérez Sagaón, quién vivió la violencia de su esposo y terminó en una muerte trágica, nos mueve como mujeres y como sociedad a preguntarnos ¿qué estamos haciendo?, ¿cómo estamos educando a nuestros hijos?, ¿cómo es nuestra relación con nuestras parejas? Y, sobre todo, ¿qué podemos hacer por cambiar la situación de violencia en nuestro entorno?
¿Qué tanto toleramos las bromas misóginas?, ¿qué mensajes transmitimos a nuestros hijos y en qué forma son distintos de los que damos a nuestras hijas?, ¿dejamos que nuestros varones expresen sus emociones de la misma manera que las niñas?, ¿qué patrones vivimos en nuestras familias de origen?, ¿qué de lo positivo y qué de lo negativo seguimos transmitiendo?
Estos y otros cuestionamientos hacia el sistema patriarcal en el que vivimos son las vías para iniciar desde pequeños ajustes, hasta los grandes cambios que necesitamos como sociedad. Educarnos y educar a nuestros hijos en la inteligencia emocional: la empatía, el respeto, la comunicación asertiva, el manejo de conflictos. El darles la seguridad emocional y un apego sano que afiancen su autoestima y les permitan relaciones de apoyo mutuo. Es necesario quitar estigmas hacia la búsqueda de ayuda psicológica de manera temprana, pues muchas veces se pide apoyo cuando la situación es muy complicada y ya se ha tenido demasiado dolor.
Unirnos como sociedad es otro factor de cambio, pues una conducta violenta se perpetúa cuando no hay una consecuencia para el agresor y se permite que continúe si nos limitamos a ser observadores pasivos. Las marchas, el apoyo en redes, el no quedar indiferentes cuando vemos un incidente violento, son formas de crear presión social y contribuir a que cambien las leyes, a que se condenen hechos que pueden llegar a normalizarse si dejamos que sigan sucediendo.
Las mujeres somos piezas clave en todos los ámbitos: en la educación de las siguientes generaciones, en la actividad económica, política, social. Si estamos sanas física y emocionalmente, haremos mejor nuestro trabajo hacia dentro y hacia fuera de nuestras familias. Estoy convencida de que el primer paso es no obedecer el mensaje de “calladita te ves más bonita” sino buscar ayuda, hablar, denunciar, expresarse y con eso ¡vivir! Tener vidas con un sentido importante pues este mundo nos necesita y sobre todo nos necesita plenas, realizadas y felices. Si hombres y mujeres nos unimos en esta lucha, con seguridad podremos crear un mundo más compasivo y un mejor legado a las siguientes generaciones.
Publicado en la revista BCM No. 96 Dic/En 2020