El valor de LEVANTAR LA VOZ

 en Revista BCM
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A raíz de las denuncias de abuso que han salido a la luz recientemente, gracias a movimientos como #metoo, se dio un ambiente propicio para que quienes han sufrido y guardado en silencio sus historias de abuso durante años, pudieran atreverse a decir “yo también” y tomar fuerza en conjunto, pues las voces aisladas surgidas en el pasado no habían sido escuchadas, ni creídas, ni respaldadas.

Para esto ha sido de gran valor el que figuras públicas externen sus historias, pues al gozar de posiciones de poder y el ser admiradas por sus éxitos, hacen que se les escuche de manera diferente, con atención y mayor credibilidad, y animen a las mujeres sin estas prerrogativas a alzar la voz.

Pero levantar el muro del silencio es un proceso accidentado pues desafortunadamente existe ignorancia sobre la dinámica del abuso, así como un sistema que permite y por tanto, perpetúa las conductas abusivas y depredadoras.

La falta de conocimiento sobre el proceso en el que se da el abuso se observa en comentarios tales como “¿por qué no se defendió en el momento?, ¿por qué esperó tantos años para hacer la denuncia?” y la respuesta no es simple ni es única pues cada caso tiene sus matices, pero podemos destacar algunos elementos.

En primer lugar, estas situaciones se dan porque hay una diferencia de poder entre las partes, donde el abusador crea todo un ambiente de confianza alrededor de la víctima, quien se confunde y a la vez se convence de que no está mal lo que está viviendo. Frecuentemente el abusador aprovecha un momento de vulnerabilidad y debilidad para brindar consuelo o llenar un vacío que la persona siente en su vida.

La situación se perpetúa pues se va creando un vínculo que resulta muy agradable, aunque también va acompañado de un poderoso sentimiento de vergüenza, que lleva a que la víctima mantenga el secreto y sufra las consecuencias en detrimento de su autoestima, y con diversos trastornos como ansiedad, depresión y adicciones, que la pueden llevar incluso a buscar la muerte.

Existen también los casos donde la necesidad de la víctima es económica o laboral, de búsqueda de status o poder, pero el común denominador es la diferencia jerárquica y la cultura de machismo y sexismo en que se genera y se mantiene.  Desde Eva, las mujeres tenemos una disposición a sentir vergüenza, reforzada por la rigidez y las expectativas puestas en el “sexo débil” lo cual hace que brote la humillación de manera natural creándose un ambiente ideal para mantener las situaciones de abuso.

De esta manera, algunos de los pensamientos que surgen al vivir una situación de este tipo es “yo lo provoqué”, “hay algo mal en mí”, “me lo merecía”.  Como un pecado original del que no se puede escapar por más que se pague la culpa, se instala la sensación de ser defectuosa y con la vivencia de ser utilizada como objeto, la falla intrínseca se confirma y permanece.

Otro motivo de la indecisión al momento de pensar en denunciar, proviene por la experiencia femenina de no tener voz, vivido tanto en la familia, como en ambientes laborales o sociales.  El hecho de que a quien sufre situaciones de abuso no se le crea, o se le acuse de haber propiciado, disfrutado o perpetuado esta situación, el que se le ataque en los medios, o reciba otro tipo de retaliaciones, constituye una revictimización que detiene la denuncia de más personas.  Después de vivir un calvario no quieren vivir otro.

Un factor que me gustaría resaltar es la conducta de quienes observan o se enteran de los abusos y no hacen nada al respecto. Es el “efecto espectador” donde se diluye la responsabilidad si hay otras personas presentes, pues piensan que alguien más será quien intervendrá, tal como ocurre en los casos de bullying. Así, el no denunciar protege al agresor y abre la puerta a que otras muchas personas sufran lo mismo.

¿Qué nos detiene a involucrarnos? ¿por qué no levantar la voz? Kathy Caprino, fundadora de findingbrave.org menciona que nos falta valor.  De niños empezamos siendo valientes todo el tiempo, probando cada cosa por vez primera.  Sin embargo, especialmente para las mujeres, en la adolescencia, surge un sentimiento de inseguridad que nos puede llevar a ocultarnos, a creer que no podemos llegar a hacer algo importante.  Y se atraviesan crisis que frecuentemente continúan presentándose hasta la vida adulta: “no puedo expresarme, no puedo ganar la competencia, no puedo superar el maltrato, la vida es muy difícil, no puedo alcanzar mis sueños…”

En este sentido, podemos plantear algunas soluciones para levantar la voz, llenarnos de valor para vivir vidas plenas y realizadas, sin miedo, no sólo por nosotros, sino por nuestros hijos a quienes queremos educar para ser resilientes y equipados para identificar y mantenerse fuera de situaciones de riesgo.  Comparto algunas ideas:

 

  • CONÓCETE A TI MISMA: La base de una buena autoestima y de la seguridad para identificar el abuso es el autoconocimiento y el reconocer que el propio valor no depende de la percepción de los demás sino de nuestra convicción interna. ¿Qué es lo que te hace ser importante en este mundo? ¿Qué es lo que más valoras? El reconocer tus áreas vulnerables ayuda a aceptar que eres humana. ¡No hay nada de qué avergonzarte!
  • COMPARTE TUS TALENTOS. ¿Cuáles son los talentos que puedes poner en servicio de los demás? Busca tus fortalezas y desarróllalas. No necesitas luchar por hacer cosas complicadas. Lo que sabes hacer bien de manera natural y disfrutas, será lo que más podrá ayudar a las personas a tu alrededor y te alejará de situaciones tóxicas pues reconoces que ya eres perfecta como eres.
  • INSPIRA A LOS DEMÁS. El mundo necesita mujeres apasionadas y fuertes. Ten valor de expresar tus ideas y contribuye a cambiar los paradigmas que nos limitan y nos mantienen al margen de una vida plena. Comparte tus historias de éxito y cómo has manejado los fracasos del camino, los demás necesitan escucharlas.

 

Como dice Breneé Brown, en su libro “Daring Greatly”, atreverse implica tener valor de ser vulnerables, presentarse y dejarse ver, pedir ayuda, hablar de los sentimientos y tener conversaciones difíciles.  Solas es muy difícil, juntas sí podemos.

 

Publicado en la revista BCM Woman No. 50 Enero/Febrero 2018.


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