¿Cómo hablar de la guerra con nuestros hijos?
No obstante que el tema de la guerra es tan antiguo como la existencia de las civilizaciones, el enterarnos de nuevos conflictos a gran escala puede ser una importante fuente de ansiedad. El pensar como adultos en tocar estos temas con nuestros hijos, puede resultar complicado, sin embargo, es algo para lo cual conviene prepararnos.
Es normal querer proteger a nuestros hijos de toda la información que circula, no obstante, en estos tiempos las imágenes viajan por todas partes informando y desinformando y desde muy pequeños están expuestos a contenido alarmante que puede aparecer automáticamente en sus pantallas mientras ven videos de bailes o gatitos. Esto, por una parte, provoca que se normalice el ver armas y tanques de guerra, pero por otra genera emociones que son difíciles de ubicar, comprender y procesar.
Antes de hablar con ellos, es conveniente que nosotros manejemos nuestra propia ansiedad sobre el tema. Busquemos acercarnos a dialogar cuando estemos tranquilos y así, no contagiar nuestros miedos al explicar lo que ocurre en el mundo en términos catastróficos que alteren más los ánimos. En la medida en que podamos contener sus emociones, ellos se sentirán con la confianza de abrirse y saber que tienen en nosotros un apoyo seguro.
Con los niños pequeños, menores de 7 años, podemos esperar a contestar si ellos preguntan algo y limitarnos a responder con lo que sea adecuado a su edad. Se puede explicar, por ejemplo, cómo hay países que no se ponen de acuerdo y es uno de los motivos por el que ocurren las guerras. Busquemos tranquilizarlos con comentarios como que lo que está sucediendo está lejos y que ellos están seguros. Conviene dar respuestas concretas que respondan específicamente a lo que nos están preguntando. A partir de ahí, podemos hacer preguntas abiertas para explorar qué más les inquieta o simplemente les genera curiosidad. Más que las palabras, importa el tono en el que les hablemos, así como la sensación de protección y confianza que les transmitamos.
Enseñemos cómo ser empáticos con los niños y las familias que están sufriendo y transmitamos que todos necesitan nuestro apoyo, no solo los de uno u otro bando. Estos eventos están haciendo que se “cancele” injustamente, sobre todo en redes sociales, a ciudadanos rusos que nada tienen que ver con las decisiones de su gobierno. Inculquemos la cultura de la paz donde no cabe la violencia como medida de solución. Podemos así aprovechar estos acercamientos como oportunidad para que vayan trasladando este tema a otros más cercanos y que pueden también preocuparles, como el bullying, las injusticias en sus entornos y los conflictos con sus pares.
Si no preguntan, pero sabemos que están expuestos al tema en sus salones de clase o con las personas que conviven, conviene abordarlo para dar una orientación adecuada con preguntas generales como ¿qué has escuchado sobre la guerra? Si no están interesados en el tema, no es necesario hablar sobre ello, al menos que notemos a través de sus conductas, como pueden ser sus dibujos o sus juegos, que sí les angustia, pero no logran verbalizarlo.
El mensaje es que sepan que estamos disponibles para responder cualquier inquietud que surja. Si nos buscan en algún momento en que estemos ocupados, hacerles saber en qué momento podemos darles toda nuestra atención y, cuando lo hagamos, no minimizar sus miedos sino escucharlos, validarlos y darles una respuesta empática.
Con nuestros hijos adolescentes, dejemos que se expresen y escuchando sus preocupaciones podremos darles contención y orientarlos. Expliquemos cómo las redes sociales como TikTok, Instagram y Twitter, son utilizadas como medios de propaganda por parte de los grupos en el poder, para influenciar la opinión pública, por lo que necesitamos tener una visión escéptica, crítica y buscar fuentes confiables para informarnos.
Asimismo, una recomendación importante para nosotros y nuestros hijos es no saturarnos de información innecesaria o de fuentes poco confiables. Nuestra mente, al igual que nuestro cuerpo, necesita alimentarse sanamente. Está bien estar enterados, pero considerar que lo que consumimos en medios y a través de nuestras conversaciones, impactará directamente en nuestra paz y consiguiente salud emocional.
Las pláticas con nuestros hijos pueden conducir a aspectos de análisis donde profundizar en valores y aspectos filosóficos vitales. Entender el devenir de la historia, de cómo manejamos conflictos los humanos a todos los niveles, qué le da sentido a nuestra vida y cómo podemos influir en el mundo para hacerlo un lugar mejor.
El ocuparnos en acciones de ayuda a otros es una buena forma de manejar emociones como la tristeza, preocupación o enojo ante situaciones de crisis que están fuera de nuestro control. El Involucrarnos en alguna acción social da un sentido de agencia y solidaridad con nuestro entorno al que podemos aliviar un poco.
Finalmente, es crucial sembrar esperanza. Nuestro mundo es un lugar cada vez más civilizado y las nuevas generaciones están más preparadas para afrontar los retos que se nos presentan. Este es un tema difícil, pero poder abordarlo adecuadamente puede ser de provecho para abrir las puertas a discusiones de otros temas complicados donde influyen la moral, la ética y los valores que nos sostienen como familia.