Burnout, ¿qué es y cómo manejarlo?

 en Psicología clínica, Psicología organizacional, Revista BCM
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“No morí, y no permanecí vivo”

Dante

 

 

¿Te has sentido alguna vez tan sobrecargado de trabajo que no recuerdas ni qué día es?, ¿te sientes tan cansado que te cuesta esfuerzo incluso iniciar el trabajo? ¿de pronto te has vuelto muy crítico?, ¿has sentido irritabilidad e intolerancia hacia personas que antes te parecían agradables?, ¿has sentido que equivocaste tu vocación porque ya no disfrutas lo que haces?, ¿estás comiendo o ingiriendo alcohol en exceso con el fin de relajarte o sentirte mejor? Si contestaste que sí a una o más de estas preguntas, posiblemente estuviste experimentando algún nivel de burnout o síndrome del quemado.

 

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, el burnout es “un síndrome derivado del estrés crónico en el lugar de trabajo que no fue gestionado con éxito”. El término “quemado” proviene de una novela de Graham Greene “A Burnout Case”, que se publicó en 1961, donde Querry, un famoso arquitecto, llega sintiéndose espiritualmente atormentado y desilusionado a un lazareto, donde sacerdotes atienden a leprosos y compara su estado de insensibilidad emocional a la poca sensación que tienen los leprosos en su carne devorada por la lepra.

 

Para identificar el burnout buscamos tres síntomas principales:

 

  1. Agotamiento físico y psíquico, derivado de un trabajo ya sea monótono o caótico, que ha sobrecargado mente y cuerpo por un periodo considerable. El estrés hace que el cerebro esté en estado de supervivencia en el que, por un lado, no se logran los objetivos y, por otro, no se puede desconectar del trabajo.
  2. Despersonalización. Va creciendo una perspectiva negativa del entorno y la persona se defiende de sentimientos difíciles como la frustración, tristeza e impotencia endureciendo el trato con los demás. Esto lo lleva a aislarse, desmotivarse y sufrir deterioro en sus relaciones con los demás, quienes reciben el impacto y pueden contagiarse de este desánimo fácilmente.
  3. Disminución del desempeño personal, el sentido de responsabilidad e incluso el sentido de vida. Se siente poco control en las decisiones tanto personales como de trabajo afectando la autoestima y la identidad, que pueden ir en una espiral hacia una depresión.

 

Estos síntomas tienden a presentarse con mayor medida en quienes tienen trabajos donde se atiende directamente a personas. Por ejemplo, doctores, psicólogos, enfermeras, maestros, vendedores, policías, etc. Generalmente, ocurre a mujeres –por la doble carga al ser madres—así como personas perfeccionistas, idealistas, que se involucran de forma excesiva en el trabajo, sienten que no son remuneradas de forma justa y no saben decir que no a las incesantes demandas, desequilibrando su vida personal, profesional y social.

 

Hoy en día, debido a la situación de cuarentena, este fenómeno se ha multiplicado exponencialmente. El trabajar desde casa, en muchos casos, ha provocado que se trabajen más horas, de forma menos eficiente. La incertidumbre respecto a la duración de la pandemia y las características de una nueva normalidad a nivel mundial, incluidos factores como la salud y la economía, aumentan la sensación de vulnerabilidad y por tanto de ansiedad.

 

El aislamiento social es una fuente de estrés para muchos, sobre todo cuando se vive solo o no se sabe estar solo. La incapacidad de disfrutar estar con uno mismo puede conducir a llenar el día con actividades, anestesiarse con sobreexposición a pantallas y, en lugar de tomar control de la propia vida, se procrastina y no se logran los objetivos.

 

Es importante escuchar nuestro cuerpo y estar conscientes de los síntomas desde que aparecen, pues el gradual incremento puede ser imperceptible. Es algo como la rana que si entra de pronto en agua hirviendo salta, pero cuando está dentro del agua templada y ésta se va calentando lentamente, no percibe el cambio hasta que es demasiado tarde.

 

En el caso del burnout, el proceso avanza desde el entusiasmo por el trabajo, pasando por el estancamiento al no sentir que se cumplen las expectativas iniciales, llegando a la frustración que es el momento culmen y que lleva finalmente al desinterés y la apatía.

 

Te recomiendo frecuentemente hacer un “check-in” interno:

 

  • ¿Cómo te sientes tanto física como emocionalmente?, ¿has tenido dolores o molestias que te están comunicando desgaste?, ¿hay situaciones de vida que te están rebasando?
  • ¿Qué situaciones te generan incomodidad o enojo?, ¿qué te impide poner límites?, ¿qué ganancia tienes al permanecer en esas situaciones?, ¿cómo pudieras cambiarlas?
  • ¿Cuál es tu visión ideal a dónde quisieras que tu vida diera un giro?, ¿qué acciones específicas puedes hacer para llegar a materializar esa visión?

 

 

Una vez que identifiques las causas y cómo puedes llegar a cambiarlas, toma acción. Cada día puedes realizar un pequeño ajuste que te lleve a experimentar una mayor sensación de control y avanzar hacia una vida más equilibrada: hacer pausas para respirar, meditar, escuchar música; establecer y cumplir horarios de trabajo y descanso; hacer ejercicio y alimentarse sanamente; pedir disculpas y restaurar con pequeñas acciones las relaciones deterioradas; hacer al menos una comida del día en familia, etc.

 

Recuerda, llegar a este punto llevó mucho tiempo, así que no esperes recuperarte de inmediato. Si existen situaciones que no puedes resolver por ti mismo, busca ayuda profesional con un psicoterapeuta que te ayude a gestionar mejor tus pensamientos y emociones, recuperar la ilusión y encontrar un mayor equilibrio en tu vida.


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